Prueba de paternidad por 115€. Clínica de Nutrición y Genética Madrid. [Vea a continuación un vídeo sobre cómo tomar una muestra de saliva para un análisis del ADN]
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La intolerancia alimentaria o intolerancia a los alimentos son reacciones adversas del organismo hacia alimentos que no son digeridos, metabolizados o asimilados completa o parcialmente.
Huevos sí o huevos no
Agosto 2018
Juan M Ramos
Farmacéutico
Desde hace tiempo se mantiene la controversia sobre las recomendaciones del consumo de huevos en nuestra dieta. Ya en 1.999 un gran estudio prospectivo de la Universidad de Harvard (Hu FB, Stampfer MJ, Rimm EB, et al. JAMA. 1999;281:1387-94) realizado con 120.000 participantes (40.000 hombres y 80.000 mujeres) concluyó que el consumo de un huevo diario no aumentaba el riesgo de enfermedad cardiovascular en individuos sanos.
Miriam E Tucker
02 de junio de 2016
Más caminatas por rutas transitables en los barrios se relacionaron con menos riesgos de obesidad y diabetes en el primer estudio en que se han evaluado estas interrelaciones en forma prospectiva.
Los hallazgos del estudio de 11 años con sede en Ontario fueron publicados en versión electrónica el 24 de mayo en el Journal of the American Medical Association, por la Dra. Maria I. Creatore, PhD, del St. Michael’s Hospital, en Toronto, y sus colaboradores.
Los investigadores definieron las “rutas transitables” basándose en cuatro componentes: densidad de la población, densidad de edificios residenciales, número de destinos en la ruta, como tiendas o servicios, y conectividad entre las calles.
Descubrieron que las tendencias generales para sobrepeso, obesidad y diabetes variaron dependiendo de la cantidad de rutas transitables de sus barrios aun con más intensidad que lo que habían previsto.
La autora principal, Dra. Gillian L. Booth, del St. Michael’s Hospital, dijo a Medscape Medical News: “En realidad esperábamos que las tasas de incidencia de sobrepeso y obesidad continuasen aumentando, pero nos sorprendió agradablemente ver que estas tasas en realidad se mantienen estables en el curso del tiempo en casi todos los barrios transitables”.
Sin embargo, por otro lado, “En los barrios con menos rutas transitables las tasas de sobrepeso y obesidad continuaron aumentando”, dijo la Dra. Booth.
Y aunque la incidencia de diabetes se estabilizó en casi todas las áreas, estas tasas en realidad disminuyeron en casi todos los barrios transitables.
Primer estudio prospectivo entre rutas transitables y desenlaces en salud
Todos los demás estudios en los que se ha analizado la relación entre las rutas transitables en los barrios, los grados de actividad física y las tasas de diabetes y obesidad ―incluido uno del grupo de la Dra. Booth de 2014― han sido transversales, en tanto que este es el primero en analizar esta cuestión en el curso del tiempo.
“Una vez que se puede analizar en forma prospectiva el riesgo futuro de enfermedad, es un mensaje mucho más potente. Pudimos demostrar que las personas que viven en barrios con rutas muy transitables tienen menos probabilidades de presentar obesidad y de desarrollar diabetes en el futuro”, dijo la Dra. Booth, añadiendo que el presente estudio también es mucho más extenso que el previo que realizó su grupo.
En un editorial complementario se señala que el nuevo estudio proporciona “apoyo a mayor escala y mediante un estudio longitudinal a la hipótesis de que las opciones de diseño urbano que promueven la actividad pedestre se asocian a un mayor uso del transporte activo (pedestrismo y ciclismo), menos prevalencia de sobrepeso y obesidad, así como menos incidencia de diabetes en la población”.
Por consiguiente, los editorialistas ― el Dr. Andrew G. Rundle, doctor en salud pública, de la Escuela de Salud Pública de Mailman, en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y el Dr. Steven B. Heymsfield, del Centro de Investigación Biomédica Pennington, Baton Rouge, Louisiana― predicen que la investigación “representará una contribución sobresaliente a la base de investigación que aporta información para los debates en diseño urbano y política de salud en el futuro”.
Las rutas transitables y el peso corporal
El estudio consistió en un análisis de los datos anuales de la atención médica en las provincias para aproximadamente tres millones de habitantes por año durante el periodo de 2001 a 2012 y las estadísticas de la Encuesta de Salud de la Población Canadiense (casi 5500 por periodo) del bienio para los adultos de 30 a 64 años que vivían en las ciudades del sur de Ontario durante el mismo periodo.
Las rutas transitables en el barrio se derivaron de un índice validado con puntuaciones normalizadas que fluctuaban de 0 a 100, en las que las puntuaciones más altas indicaban mayor posibilidad de caminar. Los barrios se jerarquizaron y clasificaron en quintiles desde el más bajo (quintil 1) hasta el más alto (quintil 5) de acuerdo a las rutas transitables.
La prevalencia anual de sobrepeso y obesidad, así como la incidencia de diabetes se ajustaron con respecto a edad, género, ingresos por zona y grupo étnico. Las bases de datos no especificaron el tipo de diabetes.
Del total de 8793 barrios residenciales en la zona de estudio, se incluyeron 8777 en el análisis. En general, 32.767 individuos participaron en la Canadian Community Health Survey entre 2001 y 2012 y cumplieron los criterios de inclusión, con tamaños de muestra que incluyeron de 4878 a 6165 individuos por periodo.
Los barrios con más rutas transitables tuvieron una prevalencia ajustada más baja de sobrepeso y obesidad en todos los periodos de seguimiento, 43,3% para el quintil superior, frente a 53,5% para el inferior (p < 0,001).
La prevalencia de obesidad aumentó significativamente en los barrios con rutas transitables de los tres quintiles inferiores, del 5,4% en el 2001 al 8,8% en el 2012 (p = 0,003), en tanto que la prevalencia de sobrepeso y obesidad en los barrios con rutas transitables de los dos quintiles superiores no se modificó significativamente (p = 0,20).
Más rutas transitables, menos diabetes
El análisis de incidencia de diabetes mostró patrones temporales similares a los observados para el sobrepeso y la obesidad. Después de los mismos ajustes, la incidencia de diabetes ―es decir, nuevos casos― fue la más baja en los barrios con más transitabilidad durante todo el periodo de estudio.
De hecho, la incidencia anual de diabetes ajustada descendió significativamente en las dos áreas de los quintiles más altos de los barrios con rutas transitables, de 8,7 a 7,6 por 1000 personas en el quintil 4 y de 7,7 a 6,2 por 1000 en el quintil 5.
En cambio, la incidencia de diabetes en los barrios con menos rutas transitables permaneció sin cambio desde el 2001 hasta el 2012 (p = 0,20). Hacia el 2012, la incidencia de diabetes ajustada fue 1,7 por 1000 personas más baja en los barrios con más rutas transitables frente a aquellos con menos rutas transitables (p = 0,001).
Los análisis de sensibilidad demostraron que las rutas transitables se relacionaron inversamente con la incidencia de diabetes en los barrios de todos los niveles de ingreso, incluso en los más pobres.
En todos los periodos de seguimiento, los residentes en casi todos los barrios con rutas transitables tuvieron tasas más altas de actividad pedestre o ciclismo diario, utilizaban más el transporte público y conducían menos en comparación con los residentes de las zonas con menos rutas transitables.
Sin embargo, no hubo ninguna relación entre las rutas transitables en el barrio y otras conductas relacionadas con la salud, como el consumo de frutas y verduras y el tabaquismo. El uso de los servicios de atención primaria ―generalmente disponible en Canadá― fue similar en todos los quintiles de los barrios con rutas transitables (mediana de dos consultas en el año previo).
¿Hay otros factores involucrados?
En su comentario editorial, los Dres. Rundle y Heymsfield advierten que en el estudio se define a las rutas transitables “con base en una perspectiva puramente de diseño urbano y no se consideraron cuestiones sociales-ambientales, como seguridad del peatón, nivel delictivo, condiciones estéticas desagradables y trastornos físicos como contribuyentes a las rutas transitables en el barrio”.
Estas otras características, señalan, “pueden interactuar con las características de diseño urbano que apoyan la actividad pedestre”, señalando que en la ciudad de Nueva York, por ejemplo, los barrios con un alto nivel de pobreza pueden tener las mismas rutas transitables que las zonas más pudientes y sin embargo tienen más crimen, ruido, basura en las aceras y otras características que podrían inhibir la actividad pedestre”.
La Dra. Booth reconoció que si bien su grupo halló un beneficio de las rutas transitables incluso en las zonas más pobres, esta fue una limitación de su estudio.
“No medimos todos esos factores. Este es un artículo, pero puede haber otras intervenciones reglamentarias que deban implementarse en las comunidades para permitir a las personas aprovechar sus barrios y obtener un resultado más favorable”.
Los Dres. Rundle y Heymsfield también señalan que si bien sería difícil llevar a cabo estudios aleatorizados para documentar firmemente la relación causal, investigaciones futuras alternativas podrían confirmar y extender los hallazgos actuales, como aprovechar las nuevas poblaciones construidas con la intención de promover la actividad física o dar seguimiento a las personas en el curso del tiempo para determinar si sus patrones de actividad física y desenlaces en la salud se modifican conforme cambian sus barrios.
Según la Dra. Booth, “Desde luego se necesita hacer mucha más investigación. Las ciudades están evolucionando y hay gran interés a nivel político para hacer cambios. Creo que necesitamos evaluar lo que significan estos cambios por lo que respecta a la salud. Hay que pensar en el potencial si se pudiesen también abordar algunos de estos otros factores sociales que pueden estar desalentando a las personas a caminar”.
La Dra. Booth y sus coautores no tienen conflictos de interés económico que declarar. El Dr. Heymsfield refiere ser miembro de la Junta de Consejo de MediFast. El Dr. Rundle informa ser miembro del American Institute for Architects (AIA) Design and Health Research Consortium, que recibe reembolso por gastos del AIA para viajes a un congreso anual y proporciona recursos al consorcio para la investigación en colaboración; y refiere ser consultor del WELL Building Institute, que certifica los edificios y los desarrollos inmobiliarios para determinar si cumplen determinados criterios relacionados con la salud. El WELL Building Institute está asociado a Delos Living, una compañía que construye edificios diseñados para “el bienestar”.
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Referencias
1. JAMA. Publicado en versión electrónica el 24 de mayo de 2016. Artículo, Editorial
Un estudio que se publica en American Journal of Epidemiology, liderado por el Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (Creal), ha demostrado que consumir pescado durante el embarazo presenta beneficios para el desarrollo neuropsicológico de los niños.
El consumo de pescado durante el embarazo, por encima del límite recomendado (340 g a la semana), presenta beneficios en el desarrollo cognitivo de los niños, según un estudio que se publica en American Journal of Epidemiology y que ha dirigido el Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (Creal).
Los investigadores obtuvieron la conclusión tras analizar los datos de una cohorte de nacimientos de casi 1.600 mujeres españolas y de sus hijos y evaluar el consumo de varios tipos de pescado clasificados en azul grande, azul pequeño, blanco, marisco y el conjunto de todos ellos. “El mayor beneficio para el desarrollo cognitivo de los niños se dio con el consumo de pescado azul grande, seguido del pescado blanco y el azul pequeño”, según Jordi Júlvez, investigador de CREAL y coordinador del estudio.
Se realizaron pruebas cognitivas a los niños de 14 meses y de cinco años con rasgos de síndrome de Asperger, para evaluar el desarrollo neuropsicológico. En promedio, las mujeres habían consumido aproximadamente 500 g, o tres porciones de pescado a la semana durante el embarazo. Pero con cada 10 g adicionales por semana por encima de esa cantidad, los resultados de las pruebas de los niños mejoraron hasta aproximadamente alcanzar un consumo de 600 g de pescado, que es el punto en el que se produce una saturación de los beneficios del consumo de pescado. “Tomar tres o cuatro raciones semanales de pescado (600 gramos aproximadamente) aporta los mismos beneficios que tomar una cantidad mayor”, ha dicho Júlvez.
El trabajo mostró que el vínculo entre un mayor consumo materno y un mejor desarrollo del cerebro en los niños era especialmente evidente cuando los niños tenían cinco años. “Se observó también que los hijos cuyas madres comieron más pescado presentaron menos síntomas en la escala del espectro autista. Por otra parte, las guías americanas aconsejan a las embarazadas no tomar pescado azul grande, como el atún rojo, ya que acumula más metales pesados, como el mercurio, y contaminantes lipofílicos, como los compuestos organoclorados. Sin embargo, no hemos constatado efectos negativos por un elevado consumo de pescado, incluidos los peces grandes. Pensamos que el efecto positivo del pescado llega a neutralizar el negativo del mercurio”, ha explicado Júlvez.
Por otra parte, en el estudio también se observa que el momento de ingesta de pescado durante el embarazo puede influir en el desarrollo neurológico del niño. “El consumo durante el primer trimestre puede tener un impacto mayor que en las últimas semanas. Esto podría deberse al efecto positivo del pescado en el desarrollo neurocognitivo de los hijos. Los ácidos grasos omega 3 del pescado también forman parte de los tejidos y son esenciales en la síntesis de las membranas de las células”, ha concluido Júlvez.
El papel inmunomodulador del própolis puede ser útil para mejorar el sistema inmune y los síntomas y duración de los procesos catarrales en estas épocas.
Las mujeres se resfrían más que los hombres, según una encuesta del Centro de Investigación sobre Fitoterapia (Infito), que se ha presentado hoy en Madrid, realizada con la participación de 2.400 personas. Una de cada cuatro mujeres afirma tener entre tres y cuatro catarros al año y más de la mitad tienen entre uno y dos. Según los resultados, son los jóvenes de hasta 30 años los que más se resfrían. No obstante, la repetición de episodios víricos podría evitarse si se fortalecen las defensas y se cuidan las vías superiores. Para ello, según Concha Navarro, catedrática de Farmacología de la Universidad de Granada y presidenta de Infito, la equinacea y el própolis “mejoran ligeramente la actuación del sistema inmune, lo que hace que el organismo sea más resistente frente a las infecciones”.
Según Consuelo Ortega, del Servicio de ORL del Hospital Infanta Sofía, de Madrid, el 95 por ciento de los cuadros catarrales que se producen en estas fechas son víricos, en forma de cuadros leves durante 5 ó 7 días y que producen incomodidad, tos, disfonía, etc. “Cada adulto tiene de media dos procesos catarrales al año y los niños entre 4 ó 5. Puesto que suelen ser cuadros víricos no se deben tomar antibióticos y sí tratamientos dirigidos a mejorar los síntomas. El própolis puede ayudar a mejorarlos, así como el dolor de garganta”, ha dicho Ortega. Según ella, el própolis es un arma de primera línea en el tratamiento de los catarros puesto que tiene un doble efecto, el de inhibición de los síntomas, y el de prevención, además de su papel inmunomodulador.
El própolis “contiene resinas, cera, aceite esencial, polen, minerales y vitaminas (principalmente provitamina A y vitaminas del grupo B)”, ha enumerado Navarro. Entre las sustancias orgánicas que lo componen se encuentran ácidos orgánicos y fenólicos, aldehídos aromáticos y flavonoides.
El própolis no tiene contraindicaciones -más allá de posibles apariciones alérgicas- en el tratamiento de la voz en adultos. “También pueden usarlo los niños, aunque tienen menos disfonías y más catarros de las vías altas”, ha dicho Ortega. Navarro ha añadido que puede aplicarse durante todo el proceso catarral. Acorta en un 15 por ciento la duración del proceso y reduce la aparición de los síntomas”.
Los expertos subrayan la necesidad de realizar al menos 60 minutos diarios de ejercicio, variando la intensidad y el tipo de actividad en función de la edad del niño.
La Asociación Española de Pediatría (AEP) ha señalado este miércoles que cerca del 12 por ciento de los niños entre 5 y 14 años no realiza ejercicio físico, una tendencia que no solo afecta a la infancia, sino que continúa al alza en la vida adulta llegando a superar el 45 por ciento entre los jóvenes de 15 a 24 años.
Junto a esto, ha explicado que existe una gran evidencia científica en torno a los beneficios que la actividad física tiene para la salud, con la incorporación del ejercicio físico en la rutina diaria, un niño reduce el riesgo de padecer obesidad, mejora su condición física, cardiovascular y ósea, su rendimiento escolar y su estado anímico, además, reduce el riesgo de enfermedad por cualquier causa en edades más avanzadas.
En esta línea, la AEP, a través de la web EnFamilia, ha elaborado un especial bajo el título El ejercicio es salud, cuyo objetivo es poner de manifiesto la necesidad de realizar actividad física como pilar fundamental en la prevención y el tratamiento de enfermedades. Entre los consejos generales, facilitados en este especial, se encuentra la realización diaria de al menos una hora de actividad con intensidad moderada o alta, principalmente aeróbica y con ejercicios de fuerza en algún momento de las semana.
En función de la cantidad y la intensidad de la actividad que los niños realizan, los expertos diferencian entre niño inactivo: va en el vehículo al colegio, apenas realiza educación física y su ocio es sedentario, dedicando mucho tiempo a la televisión y los videojuegos. En segundo lugar el niño poco activo: va a pie o en bici al colegio y junto a la educación física de la escuela, su actividad no llega a una hora y dedica poco tiempo al ocio sedentario. El niño moderadamente activo va a pie o en bici al colegio, hace ejercicio físico muy activo al menos 1 hora. Su actividad física le protegerá de enfermedades crónicas con mínimo riesgo para su salud. El niño muy activo o extremadamente activo es aquel que realiza deporte activo vigoroso en gran cantidad. Se alcanzan más beneficios en la protección frente a enfermedades crónicas, aunque hay que vigilar los riesgos de lesiones o accidentes.
Para los bebés, la actividad física quiere decir que se les deje mover los brazos y las piernas mientras están acostados en espacios libres. Esto incluye buscar y coger objetos, girar la cabeza hacia los estímulos, tirar, empujar y jugar con otras personas, patear, gatear, ponerse de pie, arrastrarse y comenzar a andar.
Una vez que los bebés sepan andar, la AEP recomienda estar físicamente activos al menos 3 horas al día. A esta edad tiene más valor el tipo de actividad física que la intensidad y ésta puede incluir andar, ir en bicicleta, columpiarse o sesiones con más gasto energético como puede ser correr, juegos de pilla-pilla, saltar, actividades con pelotas y ejercicios en el agua (bañera o piscina).
Es fundamental limitar el tiempo delante de pantallas: De 0 a 2 años, no se recomienda pasar tiempo delante de una pantalla y de 2 a 4 años, la exposición delante de una pantalla no debe ser superior a 1 hora al día.
El ejercicio físico entre los 5 y los 17 años es altamente beneficioso: mejora la salud mental, la autoestima y disminuye el estrés, favorece la socialización y aumenta la concentración, lo que contribuye a tener mejores resultados académicos.
En estas edades el ejercicio debe ser, mínimo, 60 minutos al día de actividad física de moderada a vigorosa, por ejemplo caminar rápido, montar en bicicleta, monopatín, patinar o correr. Juegos activos que implican correr, deportes como el hockey, baloncesto, natación, tenis o fútbol, entre otros. Se debe fomentar la actividad física al aire libre.
Bajo ningún concepto el tiempo frente a la televisión u otras pantallas (móviles, videojuegos, ordenadores, etc.), con fines recreativos, debería superar las 2 horas diarias.
Es importante realizar un calentamiento adecuado antes de iniciar la práctica deportiva, incluyendo estiramientos musculares. Contar con el material adecuado específico de cada deporte e incluir elementos como almohadillas y gafas protectoras, guantes, protectores bucales, muñequeras, coderas, rodilleras y cascos. El material deportivo (como raquetas de tenis, canastas y porterías) debe estar en buenas condiciones y ser reparado o sustituido cuando sufra daños. Contar con el calzado y ropa adecuados para el deporte contribuye a evitar lesiones.
Cuando se hace ejercicio físico se “queman” calorías y, por tanto, se eleva la temperatura corporal. El organismo aumenta la sudoración y se pierden agua y electrolitos, lo que llega a suponer un riesgo de deshidratación. Esto puede ocurrir sobre todo en los niños pequeños y si hace mucho calor. Cuando el niño comienza a sudar hay que ofrecerle cantidades de líquidos iguales a las que va perdiendo (de 1 a 1,5 litros por hora de actividad deportiva intensa). Se deben beber líquidos antes, durante y después de cada práctica o partido, poco a poco (por ejemplo, medio vaso de agua cada 10 o 15 minutos), evitando bebidas que contengan gas o cafeína.
Desde la web de EnFamilia también se puede descargar el Decálogo para padres sobre la actividad física de sus hijos, elaborado por el Grupo de Actividad Física de la Asociación Española de Pediatría, en el que se recuerda que:
• Se debe predicar con el ejemplo. Si un niño ve que su padre practica deporte, se mostrará interesado en realizarlo. Hay que intentar planificar actividades familiares dinámicas y divertidas.
• Hablar con su hijo acerca de los programas de actividad física que realiza y ayudarle a elegir la más adecuada y, sobre todo, a hacer que esta le resulte divertida e interesante. También los padres pueden participar de forma voluntaria en los programas de actividad física.
• Participar activamente en el juego y actividad física de su hijo.
• Enseñarle las normas de deportividad, seguridad y equipamiento adecuado.
• Limitar el tiempo de pantalla (TV, consola…) y aumentar el del juego al aire libre.
• Premiar por ser físicamente activo y los logros de su hijo y no castigar los fracasos.
El bisfenol S, utilizado en la fabricación de envases, puede producir efectos endocrinos similares a los del bisfenol A, según recoge una investigación.
La exposición a una sustancia química que se emplea a menudo como sustituto del bisfenol A en los plásticos puede favorecer la formación de adipocitos, según revela un estudio publicado en Endocrinology.
El producto de sustitución, el bisfenol S (BPS), tiene una estructura química ligeramente diferente del bisfenol A (BPA), un conocido disruptor endocrino. En los últimos dos años se han publicado cerca de cien estudios epidemiológicos que vinculan el BPA con problemas de salud, según la Guía Introductoria de Químicos Disruptores Endocrinos, publicada por la Sociedad de Endocrina -de carácter internacional- e IPEN, una red global que apoya la gestión racional de productos químicos.
La preocupación sobre los efectos del BPA y las disposiciones legislativas que limitan su uso en varios países -entre ellos, los de la Unión europea- han alentado la progresiva reducción de los envases fabricados con este compuesto. Los productos libres de BPA a menudo contienen bisfenol S (BPS) u otros sustitutos. Diversos investigadores han expresado su temor de que estos sustitutos también interfieran con las hormonas del organismo y pueden representar una amenaza similar.
“Nuestra investigación indica que BPS y BPA tienen efectos comparables sobre las células grasas y su metabolismo -afirma la autora principal del estudio, Ella Atlas, de Health Canada -. Este trabajo es el primero en mostrar que la exposición a BPS puede inducir la formación de células de grasa humanas”.
Los investigadores crearon un modelo celular humano para probar los efectos de la exposición a BPS en el que emplearon preadipocitos obtenidos de la cadera, el muslo o el abdomen de mujeres voluntarias. Estos grupos de células fueron expuestos a diversas concentraciones de BPS durante un periodo de 14 días.
Asimismo, con el fin de contar con un elemento de comparación, se expuso a otro grupo de células a dexametasona, que provoca una aceleración conocida de la formación de grasa celular y la acumulación de lípidos, o sustancias similares a la grasa que se acumulan en la sangre y los tejidos.
Tanto las células expuestas a las cantidades más pequeñas de BPS como las que recibieron concentraciones más altas exhibían la mayor acumulación de lípidos, mientras que las cantidades moderadas tuvieron un efecto más reducido.
Como el BPS es uno de los productos químicos utilizados en los productos de consumo que se comercializan como libres de BPA, es importante examinar si también produce alteraciones endocrinas”, argumenta Atlas. “Este estudio muestra que el BPS y el BPA tienen efectos similares sobre la formación de células de grasa, la acumulación de lípidos y la expresión de genes importantes para el metabolismo de los lípidos”, concluye.
En España se estima que hasta uno de cada tres menores de 15 años tiene sobrepeso y obesidad pero cerca del 70 por ciento de sus padres no cree que estos kilos de más sean un problema, según datos del Comité Interdisciplinario para la Prevención Cardiovascular (Ceipc).
“Si no se percibe el problema no puede haber motivación para actuar”, ha defendido Miguel Ángel Royo, de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III y miembro del comité ejecutivo del Ceipc, formado por 15 sociedades científicas.
Los últimos datos sobre sobrepeso y obesidad infantil en España, relativos a 2012, muestran como la tasa se ha estabilizado en los últimos años. A pesar de ese freno, ha reconocido este experto, las cifras “siguen siendo inaceptables” ya que sitúan a España a la cabeza de Europa junto con Reino Unido, Italia y Grecia.
Además, con respecto a 2006 se ha notado un incremento de la percepción errónea de este sobrepeso por parte de sus padres. Mientras que hace diez años el 60 por ciento de los progenitores veía normal el peso de sus hijos a pesar de que tenían sobrepeso, en 2012 ha aumentado en casi 10 puntos y casi el 70 por ciento de los padres no percibe este problema.
Esta percepción errónea es más acusada en los niños pequeños que “es cuando es más importante prevenir”. “El riesgo cardiovascular puede prevenirse desde el nacimiento y los hábitos de vida saludables se deben adquirir desde la primera infancia”, según Royo.
Los factores que favorecen este incremento no son genéticos, ya que se ha producido en pocos años, ha reconocido este experto, que precisamente lo atribuye más a factores ambientales como el aumento del sedentarismo, el abandono de la actividad física y una alimentación saludable o la falta de sueño.
“No ayuda el hecho de que haya programas televisivos con participación infantil a horas interspectivas, ya que induce que los niños estén más tiempo frente al televisor, expuestos a publicidad alimentaria, sedentarismo y además van a dormir menos”, ha denunciado.
De hecho, ha recordado Royo, hay estudios que demuestran que el tiempo que los niños pasan viendo a la televisión está directamente relacionado con el aumento progresivo del riesgo de obesidad y enfermedad cardiovascular, mientras que en el uso de videojuegos o ‘tablets’ “no hay tanta evidencia”.
“Los padres son responsables”, reconoce este experto, que no obstante anima a las autoridades a tomar medidas para evitar que esto se produzca, al tiempo que también ha criticado que en los colegios haya máquinas expendedoras de bebidas “en lugar de fuentes de agua” o la falta de zonas verdes o protegidos que faciliten la actividad física.
Tomar té negro parece estar asociado a un menor número de fracturas en mujeres mayores. Así se desprende del último estudio realizado en Australia y denominado “Calcium Intake Fracture Outcome Study (CAIFOS)” que ha sido presentado en la Reunión Anual de la Sociedad Americana de Investigación Ósea y Mineral (ASBMR) de 2015.